domingo, 1 de noviembre de 2009
Todos santos
Aunque por el tiempo que hace parece mentira que estemos en noviembre, la verdad es que ya estamos en ese mes. Hoy hemos celebrado la fiesta de Todos los Santos. Me encanta pensar en todos aquellos que nos precedieron y que están ahí intercediendo por nosotros. Son tantos los que se merecen ese título de santos. Según dicen esa es nuestra meta, llegar a ser santos, aunque nunca nos pongan en un altar. Yo me siento bastante limitada para ello y como Teresa de Lisieux le pido a Él que sea mi santidad. "Deseo ser santa pero siento mi impotencia, y os pido Dios mío que vos mismo seais mi santidad". ¡Qué maravilla! Ella sí que llegó a los altares. Yo sólo deseo desear esa santidad que me parece algo inalcanzable. Cuando era pequeña los santos me parecían seres superiores. Gente que no sólo había dedicado su vida a Dios, sino que además eran buenísimos, intachables, etc... Ahora me doy cuenta de que no es así. La imperfección es algo santo. El pecado es necesario para alcanzar la santidad. El saberse pequeño, pobre, indefenso, cansado, te acerca a Dios. Creo que es el abandono en su voluntad, en su gratuidad lo que hace posible que lleguemos a ser santos. Al final todos llegaremos por puro amor de Dios hacia nosotros, por pura misericordia divina y escucharemos al Señor invitándonos a entrar en su gozo. ¡Gloria a Dios!
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