sábado, 5 de junio de 2010
Tanto por decir
Y tan poco tiempo para hacerlo. Me gustaría escribir cada día. Me gustaría dejar reflejada cada vivencia, cada sentimiento, cada paso que voy dando. Pero es imposible. Aquí apenas consigo dejar reflejados algunos retazos de mi vida y eso sólo de vez en cuando.
Después de la increíble Vigilia de Pentecostés, aterricé en el tiempo real y volví a mis actividades diarias. En el cole es un momento de mucho trabajo. Hace tanto calor que nadie se puede concentrar y estamos todos deseando que se acabe el curso de una vez. Ya queda menos para que se cumplan nuestros deseos.
Siempre que llega esta época empiezo a tener mono de mar, de playa, en definitiva de Guéthary. No lo puedo remediar. Han sido demasiados años y es difícil romper con los hábitos. Durante tantos años fue mi refugio, mi paraíso estival, que a veces me cuesta pensar que nunca más volveré a Cantachoenea. Pero no me recreo demasiado en esos pensamientos porque no conducen a nada y además me quitan tiempo para disfrutar de todo lo que tengo ahora. Tantas cosas que disfrutar, tantos amigos, tanto por vivir. Me niego a caer en la facilidad del recuerdo romanticoide y ñoño que no conduce más que al amuermamiento. ¡Qué horror! ¡Me lo prohíbe mi religión! Gracias a Dios, y no es una frase hecha, no caigo en ello.
A veces, el Señor permite que aterricemos bruscamente. Que nuestros pies se posen en el suelo con un gran "CRASH" (onomatopeya inglesa que me encanta porque es muy descriptiva). Quizá porque cuando fantaseamos con lo que pudo ser y no ha sido, cuando nos envuelve la nostalgia de lo que fue y nunca más será, perdemos el norte, perdemos el sentido de vivir el momento y disfrutar el momento, en definitiva, alejamos nuestros ojos de Él, fijándonos en nuestros rollos. Por eso es bueno ese aterrizaje, aunque nos duela un poquito, aunque nos sintamos algo magullados. No importa, nos levantamos y continuamos con más ganas, dándonos cuenta de lo agradecidos que tenemos que estar por cualquier cosa grande o pequeña, buena o mala, que nos pase. Hay tanto por vivir, tanto por disfrutar que es un pecado perder el tiempo con otras cosas que ya no son y que además no conducían absolutamente a nada. Yo acabo de aterrizar y os aseguro que es como soltar lastre. Ahora me siento capaz de volar todavía más alto, con más fuerza. Gracias a todos los que contribuís a todo esto y sobre todo al Señor, que me permite "despistarme" y me ayuda a volver a encontrar mi camino.
Después de la increíble Vigilia de Pentecostés, aterricé en el tiempo real y volví a mis actividades diarias. En el cole es un momento de mucho trabajo. Hace tanto calor que nadie se puede concentrar y estamos todos deseando que se acabe el curso de una vez. Ya queda menos para que se cumplan nuestros deseos.
Siempre que llega esta época empiezo a tener mono de mar, de playa, en definitiva de Guéthary. No lo puedo remediar. Han sido demasiados años y es difícil romper con los hábitos. Durante tantos años fue mi refugio, mi paraíso estival, que a veces me cuesta pensar que nunca más volveré a Cantachoenea. Pero no me recreo demasiado en esos pensamientos porque no conducen a nada y además me quitan tiempo para disfrutar de todo lo que tengo ahora. Tantas cosas que disfrutar, tantos amigos, tanto por vivir. Me niego a caer en la facilidad del recuerdo romanticoide y ñoño que no conduce más que al amuermamiento. ¡Qué horror! ¡Me lo prohíbe mi religión! Gracias a Dios, y no es una frase hecha, no caigo en ello.
A veces, el Señor permite que aterricemos bruscamente. Que nuestros pies se posen en el suelo con un gran "CRASH" (onomatopeya inglesa que me encanta porque es muy descriptiva). Quizá porque cuando fantaseamos con lo que pudo ser y no ha sido, cuando nos envuelve la nostalgia de lo que fue y nunca más será, perdemos el norte, perdemos el sentido de vivir el momento y disfrutar el momento, en definitiva, alejamos nuestros ojos de Él, fijándonos en nuestros rollos. Por eso es bueno ese aterrizaje, aunque nos duela un poquito, aunque nos sintamos algo magullados. No importa, nos levantamos y continuamos con más ganas, dándonos cuenta de lo agradecidos que tenemos que estar por cualquier cosa grande o pequeña, buena o mala, que nos pase. Hay tanto por vivir, tanto por disfrutar que es un pecado perder el tiempo con otras cosas que ya no son y que además no conducían absolutamente a nada. Yo acabo de aterrizar y os aseguro que es como soltar lastre. Ahora me siento capaz de volar todavía más alto, con más fuerza. Gracias a todos los que contribuís a todo esto y sobre todo al Señor, que me permite "despistarme" y me ayuda a volver a encontrar mi camino.
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1 comentario:
Recuerda que aquí tienes siempre un mar que te espera!!!!!
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