martes, 31 de agosto de 2010
Epílogo
Aunque sea recurrir a un tópico, parece que fue ayer cuando comenzaba el verano y aquí estamos terminando las vacaciones. Mentiría si dijera que no me entra algo de agobio por volver a trabajar, pero es lo que hay. Casi es de agradecer tener un sitio donde volver a trabajar después de haber disfrutado de unas vacaciones. ¡Con la que está cayendo! Pero no quiero hablar de eso ahora, ahora quiero prolongar por unos instantes todo lo vivido en estos meses. El otro día volvía de Loyola pensando que el momento "post-retiro" es como un atardecer de verano, cuando la luz se prolonga un buen rato haciéndote seguir disfrutando del día que está finalizando. Esa luz entre rosa, naranja, morado que posterga el momento de la oscuridad, de la noche. Loyola ha sido el broche precioso de este verano. Llevaba un tiempo algo "vaguilla" con las cosas de Dios, entre Algarve, Rusia y piscina, tenía al Señor un poco dejado de lado. Pero, el Señor, siempre fiel, me estaba esperando en Loyola, en ese precioso valle guipuzcoano. Han sido días llenos de alabanza, adoración, fraternidad, enseñanzas profundas y sobre todo Espíritu Santo aleteando con fuerza. Además volver a mis paisajes vascos me ha llenado el alma de paz y gozo, y de un poquito de "morriña", he de reconocerlo. Ahora, de vuelta, en vísperas de empezar otra vez a trabajar le doy muchas gracias al Señor por todo este verano y por todas las personas con las que lo he compartido.
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