martes, 18 de octubre de 2011
De Corazón a corazón
Allí he estado, en Paray-le-Monial, en el corazón de la Borgoña (Francia), la ciudad del Sagrado Corazón de Jesús. Se celebraba el Primer Congreso Mundial del Sagrado Corazón, y me pidieron que fuera a ayudar con la traducción. Como necesitaban a dos intérpretes de español, llamé a Margot y allá que nos fuimos las dos como tantas otras veces. La verdad es que hemos disfrutado muchísimo. Han sido días muy intensos, y una no sabe muy bien por donde empezar a contar. Como todas las historias lo mejor es empezar por el principio.
Salimos de Madrid el día 6 de octubre, jueves, con un poco de retraso (ya se sabe ¡Iberia!) sobre el horario previsto, que eran las 10 de la mañana. Volamos a Lyon, allí nos esperaba un autobús que nos trasladaría a Paray-le-Monial. Estábamos un poco apuradas porque uno de los autobuses salía a las 12, y si no llegábamos a ese teníamos que esperar hasta las 15:30, ¡un rollo! Gracias a Dios, llegamos a tiempo e incluso tuvimos que esperar a que llegaran otros pasajeros. El paisaje en esa zona es precioso. Todo lleno de las famosas vacas charolesas, que son todas blancas y como blanditas. Parecen peluches. Al cabo de 2 horas llegamos a Paray y pudimos dejar las cosas en la habitación, antes de empezar a trabajar. La cena fue a las ¡5 de la tarde! y la verdad es que yo tenía ya un hambre espectacular, porque desde la mañana no había probado bocado. A las 19:30, después de la acogida y algunos avisos, hubo una procesión con la imagen de Nuestra Señora de Fátima y los estandartes del Sagrado Corazón. 5 personas llevaban cinco velas grandes de distinto color, representando a los 5 continentes: blanco por Europa, verde por África, rojo por América, amarillo por Asia y azul por Oceanía. Estas velas han estado presentes en cada acto. El obispo local, diócesis de Autun, Mons. Benoit Riviere, nos dio un discurso de bienvenida. Luego tuvimos la Eucaristía, presidida por el obispo. Al final de la Eucaristía se expuso el Santísimo y se llevó en procesión por toda la Basílica. El Santísimo quedó expuesto en el altar y se celebró una Hora Santa, con una meditación (¡preciosa!) conducida por un Prof. americano, Timothy O'Donnell. La custodia me encantó, porque era una imagen de Jesús, de pie, y en el lugar del corazón se colocaba la sagrada forma. Acabaríamos sobre las 10:30 y nos fuimos a dormir porque al día siguiente teníamos que levantarnos muy temprano. El desayuno era a las 7:15 y empezábamos a las 8:30. El día siguiente, primer viernes de mes, no tuvo desperdicio. Cada enseñanza era mejor que la anterior. Por la mañana más "sesudas", y por la tarde más testimoniales, pero todas muy ungidas. La verdad es que ese día fue como un curso de inmersión en la historia y devoción del Sagrado Corazón de Jesús. La Eucaristía se celebró por la mañana antes de comer. Como estaba organizado por americanos comimos a las 12:30 y a las 14:00 ya estábamos de vuelta. Cenamos a las 5 de la tarde (¡!), y a las 7 fuimos a la Basílica donde se celebró una adoración especial bajo el título de "Sanación interior por el Corazón de Jesús". ¡Impresionante! Se expuso el Santísimo y se paseó por toda la Basílica, despacito. Hubo una oración-meditación y en un momento determinado los sacerdotes fueron imponiendo las manos sobre cada persona pidiendo, una liberación del Espíritu Santo en sus vidas. Nosotros lo llamamos efusión, ellos liberación, pero el resultado es el mismo: Jesús reinando como Señor en nuestra vida por el poder del Espíritu Santo. Detrás del altar, en el coro, se colocaron grupos de intercesión para orar por los hermanos que se quisieran acercar. La cola que se formó era interminable, lo que demuestra la necesidad que tenemos todos de abrirnos a otros para que oren por nosotros. Tenéis que considerar que este Congreso no estaba organizado por la Renovación Carismática, y por eso poder vivir con "otros" hermanos la realidad preciosa que son la efusión y la intercesión, esponjó mi corazón y sentí como el Señor iba tejiendo en su Iglesia con hilos de todos los colores formando un tapiz precioso. De repente entendí, viví y palpé lo que supone ser IGLESIA. Fue algo precioso, y aunque acabamos tarde y cansadas, mereció la pena vivir en primera persona ese momento.
El sábado amaneció gris y lluvioso. Otoño en todo su esplendor. De nuevo comenzamos a las 8:30 y, tras tres enseñanzas preciosas, nos separamos a las 11:30 en grupos más pequeños para una sesión de talleres o seminarios. Uno de mujeres, otro de hombres, otro de religiosas, otro de sacerdotes y religiosos y otro de viudas, viudos y padres/madres sin pareja. Yo tuve que ir al grupo de mujeres, y Margot fue al de religiosas. Mi grupo fue precioso. Lo llevaron dos mujeres: Gloria y Anna. Fue muy testimonial y se trataba de vivir la santidad en tu estado de vida. Acabamos todas llorando escuchando el testimonio de Gloria y su hija. Escuchando a Gloria el Señor me reveló cómo Él cuida de nuestra familia, en mi caso de Cecilia. Fue un momento muy especial que me llenó de una paz muy grande. En mi cuaderno escribí esto: "El Señor reveló a mi corazón que yo no tenía que sentirme mal ni acomplejada por mi situación familiar porque Él se hacía cargo de todo. Yo estaba donde tenía que estar y al haber depositado toda mi confianza y vida en Él, Él tomaba todas mis cosas haciéndolas suyas. ¡Qué tranquilidad! ¡Qué descarga!" Gloria y Anna oraron sobre cada una de nosotras. Anna no te impone las manos sobre la cabeza. Te coge la cara con sus dos manos y luego te abraza. Te sientes como si el Señor mismo te agarrara como si fueras una niña chiquitita. Aunque teníamos que acabar a las 12:30 salimos casi a la 1. Comimos deprisa porque a las 2 volvíamos a empezar. Hasta las 15:30 tuvimos dos enseñanzas y a las 4 de la tarde tuvimos la Eucaristía. Después tuvimos, ¡por fin!, tiempo libre hasta las 7:30 de la tarde. A esa hora empezó una cena especial, realmente un banquete, con el Cardenal Burke, Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica. Todas las mesas estaban decoradas como si fuera Navidad. A mí se me hizo eterno y cuando llegó el discurso final del Cardenal (más de 40 minutos de una enseñanza demasiado profunda para esas horas) yo ya no podía con mi alma. Margot y yo tuvimos que ir traduciendo cada vez que alguien hablaba, y os aseguro que no pudimos disfrutar mucho de la cena. Acabamos como a las 11 y pico de la noche. Al día siguiente empezábamos un poco más tarde (9 de la mañana) y se agradecía esa media hora de más. El domingo fue un día más ligero, con menos enseñanzas y pudimos descansar un poco más. La Eucaristía fue a las 4 de la tarde y después de cenar a las 6 no hubo sesión nocturna. Margot y yo aprovechamos para darnos un paseo enorme por Paray.
Al día siguiente, un grupo se fue de peregrinación a Ars, que está cerca, y otros nos quedamos a una sesión de catequesis de la entronización del Corazón de Jesús. Volvimos a comer a las 12, y a las 3 fuimos en procesión hasta la Capilla de las Apariciones donde celebramos la Eucaristía de envío y misión. Nos impusieron una medalla del Sagrado Corazón a cada uno y nos dijeron que desde ese momento éramos apóstoles del Sagrado Corazón. Cenamos a las 17:30 y nos acostamos muy temprano. Al día siguiente volvíamos a Madrid y, como había huelga general en Francia, teníamos que coger un autobús a las ¡4 de la madrugada! Como la mayoría tenía vuelos muy temprano y Paray está a dos horas de Lyon, los autobuses que había puesto la organización eran a las 2 y a las 4 de la madrugada. No nos quedaba más remedio que ir en ese autobús porque la huelga iba a paralizar todo el país y no tendríamos manera de llegar al aeropuerto. Lo malo es que nosotras teníamos el vuelo a las 8 de la tarde, al reservar los billetes pensábamos que el encuentro terminaba el martes al mediodía y por eso teníamos el billete tan tarde. O sea que nos esperaba un día largo de espera en el aeropuerto. Nos acostamos antes de las 9 de la noche. Nos despertamos a las 2 y cuarto para celebrar la Eucaristía a las 3 de la madrugada. A las 4 salimos hacia el aeropuerto y llegamos un poco antes de las 6 de la mañana. Nos despedimos de todos nuestros nuevos amigos y enfilamos hacia el mostrador de Iberia con santa resignación. Miramos las pantallas y vimos que había vuelos antes y decidimos acercarnos a ver si podíamos cambiar nuestro billete. Gracias a Dios (¿a quién si no?) por 50€ pudimos cambiar el billete. Tuvimos la inmensa suerte de que el vuelo que tenía que salir a las 7:15 de la mañana estaba retrasado y salía a las 9. De modo que nos ahorramos más de 12 horas de larga espera y pudimos llegar a Madrid mucho antes de lo previsto.
Y ahora después de una semana, sigo encendida por todo lo vivido. Y me dan ganas de gritarle al mundo entero que es posible, que frente a la cultura de muerte que nos quieren imponer existe una civilización del amor, una cultura de Pentecostés para tener vida y vida en abundancia. No son quimeras ni palabras huecas, es tangible, es real. ¡Qué maravilla! ¿Seré capaz de transmitir todo lo vivido? Al menos, al escribirlo, espero haber conseguido haceros vivir parte (aunque pequeña) de toda esta maravillosa experiencia.
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