viernes, 13 de abril de 2012
Pascua
Han sido días intensos, días de comunidad y días de regreso a la soledad de mi "tiempo ordinario". He estado en Herencia, Ciudad Real, celebrando el Triduo Pascual con la Renovación. Hacía tres años que no iba y la verdad es que lo he disfrutado a tope. El Jueves Santo celebramos una cena judía de Pascua, como la que Jesús celebró con sus discípulos. Durante casi 5 horas, el P. Vicente Borragán nos fue desgranando cada momento de la cena: las hierbas amargas, el pan ázimo, el cordero, las copas de vino rituales, bendiciones, lecturas, etcétera. Hubo lavatorio de pies y concluimos con una Eucaristía. Fue una pasada. Para mí era la primera vez que asistía y me encantó. La verdad es que Vicente sabe un montón y es como una enciclopedia bíblica ambulante. No sé cómo resistió tantas horas hablando. Uno de los momentos más bellos lo viví el Viernes Santo por la noche en la Adoración de la Cruz. Un grupo de hermanos nos quedamos en la capilla cuando todo había terminado. Era como si no pudiéramos movernos de allí, algo más fuerte que nosotros nos hacía permanecer "a los pies de la Cruz". Y allí nos quedamos cantando, adorando, alabando, escuchando la Palabra. Al día siguiente, volví a tener esa sensación de vacío que desde hace años me deja el Sábado Santo. Es día de sepulcro, de silencio de Dios, de acompañar a María en su espera. Y, por fin, el estallido de la noche de todas las noches, la Vigilia Pascual. La capilla estalló en glorias, aleluyas, aplausos, danzas de júbilo.
Ahora, casi una semana después, permanece dentro de mí la certeza del triunfo sobre la muerte, de la victoria grande de Jesús. Sé que para algunos esto no tiene significado alguno y que la Semana Santa son sólo unos días de vacaciones en primavera, y así fue para mí durante muchos años, pero una vez que entras en la dimensión del Señorío de Jesús, y te das cuenta de lo que ha hecho por todos y cada uno de nosotros, no puedes dejar de dar gracias y sentir dentro de ti una alegría, una paz, infinita. Y puedes decir con tus hermanos:
"Somos el pueblo de la Pascua,
Aleluya es nuestra canción,
Cristo nos trae la alegría;
levantemos el corazón.
El Señor ha vencido al mundo,
muerto en la cruz por nuestro amor,
resucitado de la muerte
y de la muerte vencedor."
Ahora, casi una semana después, permanece dentro de mí la certeza del triunfo sobre la muerte, de la victoria grande de Jesús. Sé que para algunos esto no tiene significado alguno y que la Semana Santa son sólo unos días de vacaciones en primavera, y así fue para mí durante muchos años, pero una vez que entras en la dimensión del Señorío de Jesús, y te das cuenta de lo que ha hecho por todos y cada uno de nosotros, no puedes dejar de dar gracias y sentir dentro de ti una alegría, una paz, infinita. Y puedes decir con tus hermanos:
"Somos el pueblo de la Pascua,
Aleluya es nuestra canción,
Cristo nos trae la alegría;
levantemos el corazón.
El Señor ha vencido al mundo,
muerto en la cruz por nuestro amor,
resucitado de la muerte
y de la muerte vencedor."
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