martes, 21 de abril de 2009

Cuaderno de bitácora

Según el Diccionario de la RAE un cuaderno de bitácora es un "libro en que se apunta el rumbo, velocidad, maniobras y demás accidentes de la navegación". Pues eso, bienvenidos a mi cuaderno de bitácora. Me gusta más que la palabra blog, que al fin y al cabo es un neologismo completamente ajeno a nuestro idioma español. Me parece preciosa la palabra bitácora. En la bitácora del barco se coloca la brújula para indicar el rumbo y como ya he dicho en el cuaderno se apuntan todas las incidencias de la navegación. Eso hago yo aquí de cuando en cuando, apuntar las incidencias de la navegación de mi vida. Cuando creé el cuaderno y empecé a escribir, lo hice más bien como terapia. Era un momento difícil y me servía de desahogo. Poco a poco se hizo costumbre. Siempre me ha gustado escribir, me encanta hablar y comunicarme, y éste es un medio excelente para poder compartir con muchos a la vez.
Al grano, en la última entrada estaba algo "triste", por no decir muy "enfadada". Gracias a Dios todo se va posando, y uno recupera la normalidad. Pero, debo confesar que tengo un sabor todavía algo amargo. Pero bueno, nada mejor que relativizar las cosas y mirar a nuestro alrededor. Os aseguro que basta un Telediario, para preguntarse "¿De qué narices me quejo?" El lunes estuve en la residencia con mis "niños mayores" y otra vez te preguntas "¿De qué me quejo?" Claro que podemos tener muchos motivos para estar tristes, enfadados, o lo que sea, pero no podemos quedarnos en eso porque sino nos perdemos muchas cosas que merecen la pena. Una de las cosas que más te sacan de ti mismo es hacer algo por otros. Siempre hay alguien que necesita de nuestro cariño, de nuestra sonrisa, de nuestro tiempo, de un poquito de nosotros. Y a la vez que damos recibimos. Así funciona.

domingo, 19 de abril de 2009

¿Mi sinrazón? ¿Mi razón?

Voy a empezar con palabras de San Pablo. Nadie como él para expresar mi estado de ánimo algunas veces: "Sabemos en efecto, que la ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al poder del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que es buena; en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí. Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí." (Romanos 7,14-20). Y podríamos seguir hasta el final del capítulo, incidiendo en que nuestro hombre interior quiere vivir según Dios, pero nuestro hombre exterior (de carne) hace lo contrario. Y en mi caso, me amparo en la razón. No en la razón del racicinio, sino en la sinrazón de mis razones. Tengo razón de estar enfadada porque me duele. Tengo razón de estar triste, porque me han herido. Tengo, ego, ego, ego, yo, yo, yo..... y así hasta el infinito. Y me bongo borde, y no quiero hablar con nadie y me voy sintiendo cada vez más sola. Y sin darme cuenta, le hago el juego al otro, "al del rabo", al que quiere apartarme de todo lo que me salva, me sana, me renueva y en definitiva me da vida. Sí, estoy dolida, me encuentro sola, triste y abandonada, pero me niego a ampararme en mi razón para darle la razón al enemigo. ¡NO! Me aferro fuerte a Ti, Señor, y te pido que me hagas levantar la mirada de mi ombligo. Te pido que no me dejes quedarme en la superficie de las cosas. Te pido templanza, mesura, mansedumbre, amabilidad, y sobre todo amor y alegría. Quita de mí toda dependencia, toda crítica, todo juicio, todo victimismo. Ayúdame, Señor, a darme cuenta y a aceptar mis fracasos, mis flaquezas y los fracasos y flaquezas de los demás. No permitas, Señor, que malgaste mi vida, mi tiempo en tratar de caer bien, de gustar, de agradar, de ..... ya sabes, Señor, todas esas cosas que nos hacen ser tan infelices. ¡Esto es lo que hay! Somos como somos, y sólo Tú eres perfecto. Sólo Tú, eres infalible. Pues eso, Señor, contigo y siempre "palante".

sábado, 18 de abril de 2009


No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

DIVINA MISERICORDIA

DOMINGO DE LA MISERICORDIA DIVINA
Homilía de S.S. Juan Pablo II
Domingo 22 de abril de 2001

1. "No temas: yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto, y ya ves, vivo por los siglos de los siglos" (Ap 1, 17-18).
En la segunda lectura, tomada del libro del Apocalipsis, hemos escuchado estas consoladoras palabras, que nos invitan a dirigir la mirada a Cristo, para experimentar su tranquilizadora presencia. En cualquier situación en que nos encontremos, aunque sea la más compleja y dramática, el Resucitado nos repite a cada uno: "No temas"; morí en la cruz, pero ahora "vivo por los siglos de los siglos"; "yo soy el primero y el último, yo soy el que vive".
"El primero", es decir, la fuente de todo ser y la primicia de la nueva creación; "el último", el término definitivo de la historia; "el que vive", el manantial inagotable de la vida que ha derrotado la muerte para siempre. En el Mesías crucificado y resucitado reconocemos los rasgos del Cordero inmolado en el Gólgota, que implora el perdón para sus verdugos y abre a los pecadores arrepentidos las puertas del cielo; vislumbramos el rostro del Rey inmortal, que tiene ya "las llaves de la muerte y del infierno" (Ap 1, 18).
2. "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Sal 117, 1). Hagamos nuestra la exclamación del salmista, que hemos cantado en el Salmo responsorial: la misericordia del Señor es eterna. Para comprender a fondo la verdad de estas palabras, dejemos que la liturgia nos guíe al corazón del acontecimiento salvífico, que une la muerte y la resurrección de Cristo a nuestra existencia y a la historia del mundo. Este prodigio de misericordia ha cambiado radicalmente el destino de la humanidad. Es un prodigio en el que se manifiesta plenamente el amor del Padre, el cual, con vistas a nuestra redención, no se arredra ni siquiera ante el sacrificio de su Hijo unigénito.
Tanto los creyentes como los no creyentes pueden admirar en el Cristo humillado y sufriente una solidaridad sorprendente, que lo une a nuestra condición humana más allá de cualquier medida imaginable. La cruz, incluso después de la resurrección del Hijo de Dios, "habla y no cesa nunca de decirque Dios-Padre es absolutamente fiel a su eterno amor por el hombre. (...) Creer en ese amor significa creer en la misericordia" (Dives in misericordia, 7).
Queremos dar gracias al Señor por su amor, que es más fuerte que la muerte y que el pecado. Ese amor se revela y se realiza como misericordia en nuestra existencia diaria, e impulsa a todo hombre a tener, a su vez, "misericordia" hacia el Crucificado. ¿No es precisamente amar a Dios y amar al próximo, e incluso a los "enemigos", siguiendo el ejemplo de Jesús, el programa de vida de todo bautizado y de la Iglesia entera?
3. Con estos sentimientos, celebramos el II domingo de Pascua, que desde el año pasado, el año del gran jubileo, se llama también domingo de la Misericordia divina. Para mí es una gran alegría poder unirme a todos vosotros, queridos peregrinos y devotos, que habéis venido de diferentes naciones para conmemorar, a un año de distancia, la canonización de sor Faustina Kowalska, testigo y mensajera del amor misericordioso del Señor. La elevación al honor de los altares de esta humilde religiosa, hija de mi tierra, representa un don no sólo para Polonia, sino también para toda la humanidad. En efecto, el mensaje que anunció constituye la respuesta adecuada y decisiva que Dios quiso dar a los interrogantes y a las expectativas de los hombres de nuestro tiempo, marcado por enormes tragedias. Un día Jesús le dijo a sor Faustina: "La humanidad no encontrará paz hasta que se dirija con confianza a la misericordia divina" (Diario, p. 132). ¡La misericordia divina! Este es el don pascual que la Iglesia recibe de Cristo resucitado y que ofrece a la humanidad, en el alba del tercer milenio.
4. El evangelio, que acabamos de proclamar, nos ayuda a captar plenamente el sentido y el valor de este don. El evangelista san Juan nos hace compartir la emoción que experimentaron los Apóstoles durante el encuentro con Cristo, después de su resurrección. Nuestra atención se centra en el gesto del Maestro, que transmite a los discípulos temerosos y atónitos la misión de ser ministros de la misericordia divina. Les muestra sus manos y su costado con los signos de su pasión, y les comunica: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo" (Jn 20, 21). E inmediatamente después "exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos"" (Jn 20, 22-23). Jesús les confía el don de "perdonar los pecados", un don que brota de las heridas de sus manos, de sus pies y sobre todo de su costado traspasado. Desde allí una ola de misericordia inunda toda la humanidad.
Revivamos este momento con gran intensidad espiritual. También a nosotros el Señor nos muestra hoy sus llagas gloriosas y su corazón, manantial inagotable de luz y verdad, de amor y perdón.
5. ¡El Corazón de Cristo! Su "Sagrado Corazón" ha dado todo a los hombres: la redención, la salvación y la santificación. De ese Corazón rebosante de ternura, santa Faustina Kowalska vio salir dos haces de luz que iluminaban el mundo. "Los dos rayos -como le dijo el mismo Jesús- representan la sangre y el agua" (Diario, p. 132). La sangre evoca el sacrificio del Gólgota y el misterio de la Eucaristía; el agua, según la rica simbología del evangelista San Juan, alude al bautismo y al don del Espíritu Santo (cf. Jn 3, 5; 4, 14).
A través del misterio de este Corazón herido, no cesa de difundirse también entre los hombres y las mujeres de nuestra época el flujo restaurador del amor misericordioso de Dios. Quien aspira a la felicidad auténtica y duradera, sólo en él puede encontrar su secreto.
6. "Jesús, en ti confío". Esta jaculatoria, que rezan numerosos devotos, expresa muy bien la actitud con la que también nosotros queremos abandonarnos con confianza en tus manos, oh Señor, nuestro único Salvador.
Tú ardes del deseo de ser amado, y el que sintoniza con los sentimientos de tu corazón aprende a ser constructor de la nueva civilización del amor. Un simple acto de abandono basta para romper las barreras de la oscuridad y la tristeza, de la duda y la desesperación. Los rayos de tu misericordia divina devuelven la esperanza, de modo especial, al que se siente oprimido por el peso del pecado.
María, Madre de misericordia, haz que mantengamos siempre viva esta confianza en tu Hijo, nuestro Redentor. Ayúdanos también tú, santa Faustina, que hoy recordamos con particular afecto. Fijando nuestra débil mirada en el rostro del Salvador divino, queremos repetir contigo: "Jesús, en ti confío". Hoy y siempre. Amén.

martes, 14 de abril de 2009

PASCUA


En Herencia, Vicente Borragán nos ha contado que la palabra Pascua significa, "paso" o "salto". Los judíos celebraban el paso del Mar Rojo, la salida de la esclavitud de Egipto a la libertad de la Tierra Prometida. Los que hemos estado hemos celebrado ese paso del Señor, ese salto de la resurrección, del triunfo sobre la muerte, de libertad y redención para todos nosotros. Han sido días muy intensos, cargados de muchas sensaciones, emociones y sobre todo de mucho compartir con los hermanos. Hemos estado gente de distintas zonas de España: Barcelona, San Sebastián, Castellón, Jaén, Madrid, Toledo, Ciudad Real, Valladolid. Creo que no me dejo a nadie. Tanta variedad da mucho juego, porque cada uno aporta su acento especial, su carisma regional (por así decirlo). Ya es el cuarto año que vamos a Herencia, y creo que para todos se está convirtiendo en una "rutina agradable". Las hermanas religiosas que nos acogen son encantadoras y ya nos tratan como si fuéramos de la familia. Eso hace que la estancia sea mejor todavía. La noche de la Vigilia, la explosión del Gloria fue tremenda. Era como sentir que la piedra del sepulcro se abría ante nuestros ojos. No podíamos parar de gritar y de cantar, de aplaudir, de celebrar. ¡Gloria, Aleluya, Gloria! Creo que todos volvemos con las pilas bien cargadas para enfrentarnos a nuestra vida cotidiana. A todos los que habéis estado muchísimas gracias por todo. ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

lunes, 6 de abril de 2009

Semana especial






Arranca con el Domingo de Ramos y culmina con el Domingo de Pascua. En pocos días pasamos de la alegría del recibimiento en Jerusalén, a la agonía de la muerte en la cruz, para finalizar con el gozo de la Resurrección. En medio, el Jueves Santo, con la institución de la Eucaristía y el lavatorio de pies. En el Viernes Santo adoraremos la Cruz y el mundo quedará en silencio por la muerte de Jesús. En silencio hasta que en la Vigilia Pascual, entre el sábado y el domingo, la tierra se estremecerá con el grito del Gloria y por fin, el Aleluya. Para cualquier creyente es una semana intensa, llena de símbolos, pero también llena de realidad. No se trata simplemente de rememorar un acontecimiento histórico, se trata de vivir la realidad aplastante del triunfo sobre la muerte. En fin, yo espero celebrarlo con parte de mi grupo en un pueblo que se llama Herencia, en la provincia de Ciudad Real (España), en plena Mancha, manchega. Llevamos ya cuatro años celebrando allí la Pascua, y es una gozada. Personalmente no concibo otro modo de vivir esta semana especial. No son unas vacaciones cualquiera. Creo que es un momento en el que nos debemos "apartar" del mundo, para dedicarle a Dios nuestro tiempo. No lo solemos hacer y éste es un buen momento para hacerlo. Sea donde sea, estemos donde estemos, intentemos dedicarle ese tiempo al Señor. No por quedar bien, no por ganar puntos, simplemente por pasar tiempo con Él. Hay una canción preciosa de Juan Luis Guerra que dice: "Tan sólo he venido a estar contigo, a ser tu amigo, a compartir con mi Dios, a adorarte y darte gracias, por lo que has hecho Señor, conmigo". Qué más puedo decir, pues eso a estar con Él con un corazón agradecido por todo lo que este buen amigo hace, ha hecho y hará por cada uno de nosotros. FELIZ PASCUA DEL SEÑOR, FELIZ PASO DEL SEÑOR a todos.