jueves, 28 de julio de 2011

En verano

Después de más de un mes sin escribir aquí estoy de nuevo. No puedo decir que no haya tenido tiempo de escribir, sino que estoy algo "vaguilla". Del día 30 de junio hasta el 8 de julio me fui a Orihuela Costa con mi amiga Marga. Días de sol y playa, siestas, lectura y descanso en general. Lo necesitaba después de tanto viaje de trabajo. Volví a Alpedrete con las pilas cargadas, y un poco más morena. En esta época del año una agradece vivir en la Sierra de Madrid. No es que este año esté siendo especialmente caluroso, pero aquí te libras de los humos y "calores" de la gran ciudad. Además está la piscina, las montañas y esa luz preciosa del verano que se alarga en atardeceres preciosos. No voy a ir a ningún otro sitio este verano, de modo que pretendo disfrutar al máximo de lo que tengo. ¡Y es mucho, gracias a Dios! Aunque más relajada sigo embarcada en distintos proyectos de misión, y no dejo de traducir distintas cosas. Hay tanto que hacer y a veces mi cabeza se pone a galopar y apenas tengo tiempo de atrapar mis pensamientos que corren desbocados. Le pido al Señor que todo ello no se quede en agua de borrajas, y que si es Su voluntad puedan cumplirse todas estas cosas. La verdad es que en estos tiempos que corren hacen falta buenas noticias, porque si nos quedamos a ras de suelo, con la que está cayendo, nos entran ganas de pedir que se pare el mundo que nos bajamos. Por eso es tan gratificante compartir con tantas personas buenas que hacen que todo sea más agradable para el resto. Estos días he podido constatar de primera mano la labor de esa gente buena. Entre ellos están Gonzalo y Rosa con su apoyo a los ancianos en Volan. Estuve dos días en la Residencia Reina Sofía de Las Rozas, alegrando un poco el día a los residentes, y es una gozada ver cómo disfrutan de lo poco que puedes hacer por ellos. Un poco de música, unos bailes y unas sonrisas convierten su tedioso día en una fiesta. ¡Y cuesta tan poco! Con Gonzalo tuve la oportunidad de conocer la casa de las Calcutas en Madrid. No hay palabras para expresar lo que sentí. Mezcla de temor y respeto por lo que allí sucede. Personas abandonadas por la sociedad, por sus familias, por todos en general, recuperando su dignidad y recibiendo el cariño y el cuidado de esa gente buena que gracias a Dios todavía existe. Era conmovedor escuchar sus peticiones antes del Rosario que rezamos juntos. Si tenéis oportunidad de hacerlo, id un día a visitarles, siempre se recibe mucho más de lo que se da.
Entre las actividades veraniegas está el famoso rastrillo de Aurita en la Parroquia de Alpedrete. Aurita, tocada por el dedo de Dios, no para de alegrar la vida de todos cuantos la rodean. Incansable, va recogiendo todo tipo de trastos para sus rastrillos. Es un volcán de actividad que te arrastra con su energía desbordante. Todo el dinero que se recoge va para fines benéficos y es increíble ver todo lo que se compra y se vende.
Gonzalo, Rosa, Aurita, son sólo pequeños ejemplos de cómo es posible salir de uno mismo, de mirarnos el ombligo, y construir un mundo mejor. Lo mejor de todo es que no lo hacen por quedar bien, por ser mejores que nadie, por colgarse medallitas, sino por puro amor de Dios. Y eso es algo que hace falta, como el maná, en este desierto en que nos ha tocado vivir. Por eso hay que elevar los ojos y dar las gracias constantemente por tantos que, aparentemente, haciendo tan poco consiguen más que esos que haciendo mucho ruido no consiguen nada.