sábado, 20 de julio de 2013

Días de bendición


¡Lástima que terminó...! Así solían acabar los dibujos de Bugs Bunny, el conejo de la suerte, y así nos sentimos después de estos días de bendición. Nos fuimos para Loyola el día 6 de julio, después de una semana de preparativos frenéticos, y volvimos el día 14. ¡Igual que los sanfermines! En fin, ¿por dónde empezar? Como siempre digo, lo mejor es hacerlo por el principio.

Salimos muy temprano hacia Loyola para llegar a tiempo a recoger al Padre Kevin y a Sor Briege, que llegaban al aeropuerto de Bilbao a las 14:30. Todo fue rodado, y no sólo por ir en coche. Íbamos cargados como los emigrantes en vacaciones, y después de dejar todos los bultos en la Casa de Jesús-María, nos fuimos al aeropuerto. El Retiro no empezaba hasta el día 8 por la tarde, y esos dos días antes estuvimos preparando la acogida y compartiendo con el Padre y Sor Briege. He de reconocer que hubo un poco de todo: momentos tensos y momentos bendecidos. Gracias a Dios, la bendición superó a la tensión. El día 8 por la mañana comenzaron a llegar los sacerdotes. En total han estado 83 (78 sacerdotes y 5 diáconos), de todas partes de España, e incluso extranjeros: Portugal, México, Venezuela, Argentina, Uganda, Benin, Camerún. Comenzamos "oficialmente" con una Eucaristía en la Capilla de la Conversión de San Ignacio, con Mons. D. José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián. Puedo decir, y así lo dije al finalizar la Misa, que se me cumplía un sueño. Después de la Misa nos hicimos fotos en las escaleras de la Basílica con Monseñor. Aprovechamos que estaban todos revestidos y guapísimos. Además tuvimos la suerte de que el tiempo era soleado. Hemos tenido la suerte de unos días de sol y muy calurosos. ¡El fuego del Espíritu!
Ya en la sala, de vuelta a la Casa de Jesús-María, Sor Briege y el Padre Kevin hicieron una introducción del Retiro y de lo que iba a suceder en los días siguientes. Ellos ya llevan casi 40 años haciendo este tipo de retiros, y lo tienen todo muy bien hilado y preparado. Por supuesto, siempre están las sorpresas del Espíritu. Todos los días se desarrollaban del mismo modo: Laudes, enseñanza, adoración, descanso, Misa, comida, enseñanza, descanso, vísperas, rosario y sesión final. Las charlas tocaron temas relativos al ministerio sacerdotal: la penitencia, la sanación, el sacerdocio, la Eucaristía, celibato y sexualidad, la fe. Todo se desarrolló en un ambiente de silencio y bastante recogimiento. La liturgia se cuidó al máximo e impresionaba escucharles cantar en los oficios de laudes y vísperas.
El segundo día la Misa fue con Unción de Enfermos. Por la tarde, en la última sesión del día, tuvo lugar una oración de sanación con el Santísimo expuesto. Fueron pasando los sacerdotes ante el Santísimo y Sor Briege y el Padre Kevin fueron orando por cada uno de ellos. Como nos recordaban constantemente, el que sana, el que hace milagros, el que nos espera para pedirle todo lo que necesitamos y queremos, es Jesús. ¡Realmente sobrecogedor e impresionante!
Al día siguiente en la última sesión, los sacerdotes renovaron sus promesas de la ordenación sacerdotal. De nuevo ante el Santísimo. Reconozco que se me saltaron las lágrimas. ¡Fue precioso! Cuando finalizó les regalamos a cada sacerdote una vela con una palabra: fe, esperanza, amor, paz, gozo, alegría, humildad, amabilidad, castidad, gracia, etc. Unos a otros fueron encendiéndose las velas y todos entonamos juntos la canción de Enciende una luz. (Enciende una luz, déjala brillar, la luz de Jesús que brille en todo lugar. No la puedes esconder, no te puedes callar, ante tal necesidad, enciende una luz, en la oscuridad). ¡Momentazo! Habíamos preparado esas velas con todo cariño la semana anterior y Sor Briege nos dijo que debíamos dárselas el día que renovaban su sacerdocio. Más de uno se emocionó por el "regalito".
Y, casi sin darnos cuenta, llegamos al final. Esa noche en la última sesión el Padre Kevin hizo una oración preciosa pidiendo una fe expectante, una fe fuerte, una fe renovada. Al terminar les entregamos a cada uno un recordatorio del Retiro y, enrollado como si fuera un diploma, el decálogo para sacerdotes que ha escrito un obispo alemán.
Al día siguiente tuvimos la última Misa del Retiro en la Ermita del Santuario de Olatz. ¡Precioso lugar! De nuevo celebró Monseñor Munilla y se quedó a comer con  nosotros. Y así, casi sin darnos cuenta, los sacerdotes comenzaron a marcharse (¡qué pena!) y comenzaron a llegar los laicos.
Al día siguiente, día 13, Sor Briege y el Padre Kevin celebraron un día de Encuentro con los laicos. Nos reunimos casi 100 personas y fue un día muy intenso. La verdad es que ya estábamos agotados. Llevábamos una semana de actividad frenética. El domingo volvimos al aeropuerto de Bilbao a despedir a Sor Briege y al Padre Kevin, y después de recoger todos los bártulos, nos despedimos de las hermanas de Jesús-María y nos marchamos para Madrid. ¡Misión cumplida!
A mí me ha tocado traducir, ayudada y apoyada por mi amiga Margot, y además al ser organizadora he tenido pocos momentos de descanso. Casi no he comido, he dormido poco, pero todo ha merecido la pena. He tenido la enorme suerte y gozo de conocer a gente maravillosa. Le doy gracias al Señor por cada uno de los sacerdotes que han estado estos días con nosotros. No dejo de recibir correos de agradecimiento y no puedo dejar de sentirme muy contenta y satisfecha por todo ello. Nosotros pusimos en marcha un sueño, y el Señor se encargó de hacerlo realidad, llegando a donde nosotros ni podíamos soñar ni imaginar. ¡Una auténtica pasada!
Desde aquí mi agradecimiento a Fredy, Andrea, Jose, Esther, Charo y Margot, por vuestra dedicación, entrega y buen hacer. Cada uno habéis aportado lo mejor de vosotros para hacer posible todo esto.
Y ahora, a seguir trabajando. ¡Siempre hay MAS!