sábado, 9 de noviembre de 2013

La Almudena

Autor: Xavier Villalta
Nuestra Señora de la Almudena
Advocación mariana, 9 de noviembre
 
Nuestra Señora de la Almudena
Nuestra Señora de la Almudena
Es tradición, que la primitiva Imagen la trajo consigo el Apóstol Santiago cuando vino de Jerusalén a España a predicar el Evangelio, instaurándose entonces la devoción a tan bella Imagen en la Villa que, más tarde, llegaría a ser Capital de España.

Al conquistar los musulmanes Madrid, hacia los años 714, la Imagen de Nuestra Señora fue escondida por los cristianos en un hueco practicado en las murallas de la Villa, para evitar profanaciones y cumpliendo así el decreto del Arzobispo de Toledo, D. Raimundo. En prueba de devoción, ocultaron, junto con la Virgen, dos velas encendidas, tapiando después el hueco con una gruesa pared de cal y canto.

Alfonso VI conoce la existencia de una Imagen de la Santísima Virgen, escondida por los cristianos siglos atrás, el Monarca hizo -al parecer- voto de buscarla incansablemente para restituirla al culto de los fieles, si Dios le concedía la victoria sobre los Sarracenos, y lograba tomar la Ciudad. Pero, una vez liberada ésta y no obstante sus pesquisas, no lograba localizar el sitio donde la Imagen estaba oculta. Por ello, y en su deseo de que la Virgen Santa María fuese venerada hasta tanto se lograse hallarla, mandó pintar una Imagen, inspirándose en los rasgos que la tradición atribuía a aquélla y, no se sabe si por el deseo del artista o por gusto del propio Rey casado en aquel momento con Doña Constanza, hija de Enrique I de Francia-, pintaron en su mano una flor de lis.

La Imagen fue pintada sobre los muros de la antigua Mezquita musulmana. Tras las ceremonias de purificación y dedicación del Templo, quedó expuesta al culto en el cuadro hoy conocido por Nuestra Señora de la Flor de Lis.

Una vez conquistado Toledo, en mayo de 1085, Alfonso VI volvió a insistir en la búsqueda de la Imagen oculta por los cristianos, celebrándose un piadoso novenario o rogativa por el éxito de las pesquisas que finalizó con una devota procesión presidida por e Monarca y los Prelados; y al pasar la comitiva frente a la alhóndiga o Almudith, establecida por los moros; se desplomaron unas piedras, dejando al descubierto la Imagen llamada desde entonces de la Almudena- que, es tradición, conservaba encendidas dos candelas, con que fue escondida al ser ocultada 369 años antes. Era el día 9 de noviembre de 1085.

Llevada a la Iglesia de Santa María, fue colocada solemnemente en el Altar mayor, donde permaneció hasta el día 25 de octubre de 1868 en que, por demolición del Templo, fue instalada en el Convento de las Religiosas Bernardas del Santísimo Sacramento, en cuya Iglesia estuvo expuesta al culto hasta el 29 de mayo de 1911, fecha en la que se trasladó con la mayor solemnidad a la Cripta de la Nueva Catedral que construía en honor de su Advocación junto al lugar de la muralla donde fue hallada la Imagen por AlfonsoVI, existiendo hoy en el hueco donde la Virgen estuvo oculta, una Imagen de piedra que conmemora el hecho.

Hace pocos años, al hacer una excavación para construir un edificio, se encontraron los restos de la antigua muralla árabe, del entonces llamado Magerit, a pocos metros del lugar donde hoy está la Imagen que recuerda la aparición y, por su carácter histórico, el Ayuntamiento de Madrid tuvo el singular acierto de declarar aquel terreno como "lugar no edificable" para que pueda quedar siempre al descubierto los restos de la citada muralla.

Durante los años 1936-39, periodo en que tuvo lugar la guerra civil española, Nuestra Señora de la Almudena permaneció intacta en la Cripta. De nuevo fue llevada la Imagen a la Iglesia de Las Religiosas Bernardas de la calle del Sacramento (Actualmente Iglesia Arzobispal Castrense) y finalmente, trasladada el 2 de febrero de 1954 a la Santa Iglesia Catedral de San Isidro -en la calle Toledo-.

Obtenidas de Roma las necesarias bulas y como culminación de su patronazgo sobre la Villa de Madrid, Santa María la Real de la Almudena fue coronada Canónicamente en 1948, por mano del Excelentísimo y Reverendísimo Señor Obispo de Madrid-Alcalá y patriarca de las Indias Dr. D. Leopoldo Eloy Garay, siendo madrina la Sra. Carmen Polo de Franco. A la brillante ceremonia asistieron entre innumerables personalidades, el jefe Estado, Francisco Franco y su Excelencia Reverendísima el Nuncio de Su Santidad; fervientes devotos de Santa María la Real de 1a Almudena fueron, entre otros, San Ildefonso de Toledo, San Isidro Labrador, y su esposa, Santa María de la Cabeza, obteniéndose por medio de esta venerada Advocación innumerables favores, que acrecentaron de día en día la confianza de los fieles en esta bellísima Imagen de Nuestra Señora, entre los que se contaron los Monarcas de España, la nobleza y, muy especialmente, el pueblo madrileño.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Amor en acción



A veces las palabras se quedan en eso, en meras palabras. Con las palabras podemos hacer discursos grandilocuentes, pero vacíos. Se suele decir que una imagen vale más que mil palabras, y ayer el Papa Francisco lo corroboró. Después de hablar del amor como lo hizo, el Papa puso acción a sus palabras abrazando y besando a un enfermo deformado por tumores en la piel. Antes de finalizar también pidió que rezaran por una niña enferma. Esos pequeños actos de amor que mencionó en su Catequesis y que pueden cambiar la vida de otros. Sin lugar a dudas una catequesis inolvidable.
El Papa Francisco nos ha sorprendido desde su llegada a la Sede de Pedro. Ya desde la salida al balcón cuando se inclinó humildemente pidiendo oración hasta ayer cuando puso el amor en acción. Y es que sin amor ninguna palabra o acción es válida. Ya lo decía San Pablo en su 1ª carta a los Corintios, sin amor nada somos. De palabra y de obra debemos destilar amor, y Francisco lo hace. No nos quedemos simplemente en contemplar su acción, ¡actuemos como él! Cada uno desde donde está y hasta donde llegue. No se trata de hacer obras grandes, sino como ayer dijo el Papa: 

El más pequeño de nuestros actos de amor tiene efectos buenos para todo el mundo

Texto completo de la Catequesis
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El miércoles pasado hablé de la comunión de los santos, entendida como comunión entre las personas santas, es decir entre nosotros, creyentes. Hoy quisiera profundizar otro aspecto de esta realidad.
Recordad que había dos aspectos: uno la comunión entre nosotros (hagamos comunidad) y el otro aspecto es la comunión en los bienes espirituales, es decir la comunión de las cosas santas. Los dos aspectos están estrechamente conectados entre sí; de hecho la comunión entre los cristianos crece mediante la participación a los bienes espirituales. En especial consideramos: los sacramentos, los carismas y la caridad (cf. Catecismo de la Iglesia Católica nn. 949-953). Nosotros crecemos en unidad, en comunión con los Sacramentos, los carismas que cada uno tiene porque se los ha dado el Espíritu Santo, y la caridad.
Sacramentos
Antes que nada, la Comunión en los Sacramentos. Los Sacramentos expresan y llevan a cabo una efectiva y profunda comunión entre nosotros, ya que en ellos encontramos a Cristo Salvador y, a través de Él, a nuestros hermanos en la fe.
Los Sacramentos no son apariencias, no son ritos, los sacramentos son la fuerza de Cristo, está Jesucristo en los Sacramentos. Cuando celebramos la Misa, en la Eucaristía, está Jesús vivo, muy vivo, que nos reúne, nos hace comunidad, nos hace adorar al Padre.
Cada uno de nosotros, de hecho, mediante el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, está incorporado a Cristo y unido a toda la comunidad de los creyentes.
Por tanto, si por un lado está la Iglesia que “hace” los Sacramentos, por otro lado están los Sacramentos que “hacen” a la Iglesia, la edifican, generando nuevos hijos, agregándolos al pueblo santo de Dios, consolidando su pertenencia.
Cada encuentro con Cristo, que en los Sacramentos nos da la salvación, nos invita a “ir” y comunicar a los demás una salvación que hemos podido ver, tocar, encontrar, acoger y que es verdaderamente creíble porque es amor.
En este sentido, los Sacramentos nos empujan a ser misioneros y, el compromiso apostólico de llevar al Evangelio en todos los ambientes, también en los más hostiles, constituye el fruto más auténtico de una asidua vida sacramental, en cuanto que es participación en la iniciativa salvífica de Dios, que quiere dar a todos la salvación.
La gracia de los Sacramentos alimenta en nosotros una fe fuerte y gozosa, una fe que sabe sorprenderse de las “maravillas” de Dios y sabe resistir a los ídolos del mundo.
Por esto, es importante tomar la Comunión, importante que los niños sean bautizados pronto, importante que reciban la Confirmación. ¿Por qué? Porque es la presencia de Jesucristo en nosotros, que nos ayuda.
Es importante, cuando nos sentimos pecadores, ir al Sacramento de la Reconciliación, “Pero Padre, tengo miedo, porque el cura me reñirá”. ¡No! No te reñirá el cura, porque ¿sabes a quien encontrarás allí, en el Sacramento de la Reconciliación? A Jesús, a Jesús que te perdona, es Jesús el que te espera allí, y esto es un Sacramento y esto hace crecer a toda la Iglesia.
Carismas
Un segundo aspecto de la comunión con las cosas santas es la  comunión de los carismas. El Espíritu Santo dispensa a los fieles una multitud de dones y de gracias espirituales; esta riqueza “fantasiosa” de los dones del Espíritu Santo está dirigida a la edificación de la Iglesia.
Los carismas (es una palabra algo difícil), los carismas son los regalos que nos da el Espíritu Santo, un regalo que puede ser una manera, una habilidad o una posibilidad, pero son regalos que da, pero nos los da, no para que estén escondidos, nos da estos regalos para compartirlos con los demás. Por tanto no se dan a beneficio de quien los recibe, sino para la utilidad del pueblo de Dios.
Si un carisma, sin embargo, sirve para afirmarse a uno mismo, existen dudas de que se trate un auténtico carisma o que se esté viviendo fielmente.
En efecto, ¿qué son los carismas? Son gracias especiales, dadas a algunos para hacer el bien a los demás. Son actitudes, inspiraciones e impulsos interiores, que nacen en la conciencia y en la experiencia de determinadas personas, que están llamadas a ponerlos al servicio de la comunidad.
En particular, estos dones espirituales benefician a la santidad de la Iglesia y a su misión. Todos estamos llamados a respetarlos en nosotros y en los demás, a acogerlos como estímulos útiles para una presencia y una obra fecunda de la Iglesia.
San Pablo advertía: “No apaguéis el Espíritu” (1Ts 5, 19). No apaguéis el Espíritu, el Espíritu que nos da estos regalos, estas habilidades, estas virtudes, estas cosas tan bellas que hacen crecer a la Iglesia.
¿Cuál es nuestra actitud frente a estos dones del Espíritu Santo? ¿Somos conscientes de que el Espíritu de Dios es libre de darlos a quien quiere? ¿Los consideramos una ayuda espiritual, a través de la cual el Señor sostiene nuestra fe, la refuerza, y también refuerza nuestra misión en el mundo?
Caridad
Y llegamos al tercer aspecto de la comunión en las cosas santas, es decir la comunión de la caridad, la unidad entre nosotros que hace la caridad, el amor. Los paganos que veían a los primeros cristianos decían: “Pero estos, ¡cómo se aman! ¡cómo se quieren! ¡no se odian! ¡No murmuran unos contra otros! ¡Es bueno esto! La caridad es el amor de Dios que el Espíritu Santo nos da en el corazón.
Los carismas son importantes en la vida de la comunidad cristiana, pero son siempre medios para crecer en la caridad, en el amor, que San Pablo coloca por encima del resto de carismas (cfr 1 Cor 13,1-13).
Sin el amor, de hecho, incluso los dones más extraordinarios son vanos. “¡Este hombre cura a la gente! Tiene esta cualidad, tiene esta virtud”… Cura a la gente ¿pero tiene amor en su corazón? ¿Tiene caridad? Si la tiene: ¡Adelante! Si no la tiene: no sirve a la Iglesia.
Sin el amor todos los dones no sirven a la Iglesia porque donde no hay amor, hay un vacío. Un vacío que se llena con el egoísmo y os pregunto: si todos nosotros somos egoístas, solamente egoístas ¿podemos vivir en paz en nuestra comunidad? ¿Se puede vivir en paz si todos somos egoístas? ¿Se puede o no? ¡No se puede! Por eso es necesario el amor que nos une, la caridad.
El más pequeño de nuestros gestos de amor tiene buenos efectos en todos. Por tanto, vivir la unidad de la Iglesia, la comunión de la caridad, significa no buscar nuestro propio interés, significa compartir los sufrimientos y las alegrías de los hermanos (cf. 1 Cor 12,26), preparados para lleva el peso de los más débiles y pobres.
Esta solidaridad fraterna no es una figura retórica, una manera de decir, sino que es parte integrante de la comunión entre los cristianos. Si la vivimos, somos en el mundo un signo, somos “sacramento” del amor de Dios. Lo somos los unos por los otros ¡y lo somos por todos!
No se trata sólo de la pequeña caridad que podemos ofrecernos mutuamente, se trata de algo más profundo: es una comunión que nos hace capaces de entrar en la alegría y en el dolor de los demás para hacerlos nuestros de forma sincera.
A menudo estamos demasiado secos, indiferentes, distantes y en vez de transmitir fraternidad, transmitimos mal humor, transmitimos frialdad, transmitimos egoísmo. ¿Con el malhumor, la frialdad y el egoísmo, se puede hacer crecer a la Iglesia? ¿Se puede hacer crecer toda la Iglesia? ¡No! ¡Con el mal humor, la frialdad y el egoísmo la Iglesia no crece! Crece sólo con el amor, con el amor que viene del Espíritu Santo.
El Señor nos invita a abrirnos a la comunión con Él, en los Sacramentos, en los carismas y en la caridad, ¡para vivir dignamente nuestra vocación cristiana!
Ahora me permito pediros un acto de caridad. Estad tranquilos que no se pasa la colecta… Sino un acto de caridad. Antes de venir a la plaza, he ido a visitar a una niña de un año y medio que tiene una enfermedad gravísima. Su papá, su mamá rezan, piden al Señor la salud de esta bella niña, se llama Noemí, ¡sonreía, pobrecita! Hagamos un acto de amor, no la conocemos, pero es una niña bautizada, es una de nosotros, una cristiana. Hagamos un acto de amor por ella. En silencio, pidamos por ella al Señor, que le dé la salud. En silencio, un minuto, después rezaremos el Avemaría. Recemos a la Virgen por la salud de Noemí.
Dios te salve María…
¡Gracias por este acto de caridad!
Fuente: ZENIT (RED/IV)

viernes, 1 de noviembre de 2013

Y llegó noviembre con todos sus santos

De nuevo frase tópica: "Parece que fue ayer cuando estábamos en verano". La verdad es que este año el verano se ha prolongado por el buen tiempo que ha hecho hasta hace nada. Pero, se trataba sólo de un disfraz que se ponía octubre para animarnos en tiempos de crisis. Todo se ve mejor cuando luce el sol, y la verdad es que ha brillado durante todo el mes. También ha llovido, pero no demasiado, y las temperaturas han sido muy templadas. Dios mío, ¡estoy hablando del tiempo! Eso es lo que se hace cuando uno no sabe de qué hablar y se recurre al tiempo para sacarnos del apuro. Pues, os aseguro, que yo sí que tengo cosas de las que hablar y que no sé muy bien porque me estoy enrollando tanto con este tema. Dicho lo cual, paso página.
Después de volver de Italia, por distintos motivos, tomé la decisión de seguir por mi cuenta en la misión de evangelizar. Es decir, cada uno de los que formábamos MAS Evangelización seguimos con la misión, pero por separado. Teníamos distintos ritmos y distintas visiones, de modo que es mejor parar ahora al principio, que seguir adelante y no hacer nada. Ahora me voy a dedicar de lleno a publicar libros, organizar retiros y peregrinaciones. El nombre: Misión MAS.  La verdad es que siento que es lo mío. Estamos en una fase de ajuste y primero hay que hacer una serie de papeleos para deshacer, para poder construir. Pero, la ilusión, la fuerza, las ganas, siguen como el primer día. Ya os iré avisando de las distintas cosas que se organicen.  La primera es una peregrinación siguiendo los pasos de San Juan de Ávila. Podéis ver la entrada del día 22 de octubre. Os animo a los que queráis a apuntaros. Va a ser una maravilla. Como estamos todavía en Año Jubilar los participantes ganarán el Jubileo y la indulgencia plenaria. Además, tendrán la oportunidad de profundizar en el conocimiento de tan insigne santo español. En enero, si Dios quiere, habrá un retiro de oración de sanación con el P. Adrián Santarelli, de Argentina. Está previsto publicar varios libros. Entre ellos uno de Sor Briege McKenna: "El poder de los sacramentos". Os diré que ya está en imprenta. Y así, espero poder seguir avanzando en la evangelización. Paso a paso sin descanso.
Por lo demás, vendí por fin mi piso. ¡Soy víctima de la burbuja! Pero, ya puedo pasar página y centrarme en lo mío: la evangelización. No quiero echar las campanas al vuelo, porque tengo un sabor agridulce, pero no puedo dejar de dar gracias a Dios por haber conseguido venderlo. ¡Había llegado al límite!
Mi padre nos ha dado un susto a finales de mes y ha tenido que estar ingresado. Su corazón no anda bien, y tiene muchas "goteras", como dice él. Ahora ya está en casa, pero no está bien del todo. Os pido que sigáis orando por él.
Y ¿qué más? Pues que hoy es un día especial, Todos los Santos, y que estamos de fiesta con todo el Cielo.