lunes, 22 de agosto de 2011

Viviendo la JMJ



Después de estos días tan intensos, llega el momento de la reflexión, de la asimilación de todo lo vivido. En resumen, volvemos al "tiempo ordinario". Os voy a contar cómo lo he vivido yo, aunque creo que me quedaré corta porque es difícil expresar con palabras tantas emociones.
El día 15 me vine para Madrid dispuesta a vivir a tope la JMJ. Me apetecía pasearme por la ciudad, con la cámara, y ver las sorpresas que tenía preparadas el Señor estos días. Mi único cometido "oficial" era traducir en la Plaza de España en el encuentro de la Reno con los jóvenes de todo el mundo el día 17, fuera de eso podía disfrutar de todo el tiempo para deambular a mi gusto. Me levanté temprano el día 16 y pasé a buscar a Christof, de Alemania, para enseñarle Madrid. Ya en el Metro se empezaba a palpar lo que iban a ser estos días. Había grupos de jóvenes, ruidosos y coloridos, que empezaban a inundar los pasillos y los vagones. Uno de los grupos, de franceses, saludaron alegres a unos sacerdotes, argentinos, y se pusieron a alabar y cantar al Señor. Fue algo tan espontáneo, tan natural, pero al mismo tiempo tan sorprendente, que se me llenó el corazón de algo muy especial. Supe desde ese momento que algo iba a suceder en esta ciudad que iba a cambiar el corazón de muchos. ¡Y sólo era el principio! Christof y yo nos fuimos para Cibeles y al salir del Metro, ¡no había tráfico! Se podía pasear por el medio de la calzada con toda libertad. Vimos el gran escenario montado en Cibeles para la JMJ y subimos por la calle Alcalá hasta la Puerta del Sol. Todo se iba llenando de jóvenes que inundaban las calles de color y alegría. Cruzamos la Plaza Mayor, que Christof recordaba de otra visita y le había gustado mucho, e intentamos entrar en San Isidro. La pena es que acababan de cerrar la iglesia porque había un grupo que estaba ensayando algo para esa tarde. Comimos en una callecita lateral de la Calle Segovia, evitando los locales abarrotados de peregrinos. Después fuimos hacia la Catedral de la Almudena. La explanada entre el Palacio Real y la Catedral estaba llena de peregrinos. Christof me acababa de comentar que le gustaría saber como les iba a su grupo de Alemania, con los que acababa de estar en Santiago y se había separado de ellos en Madrid. Por esas "jesualidades" o "Diosidencias" que suceden el primer grupo con el que nos encontramos en la puerta de La Almudena, ¡era el suyo! Abrazos, saludos, risas. Yo tuve la alegría de volver a ver a Elizabeth, una chica alemana que conocí en Rumanía y con la que he mantenido correspondencia electrónica. Les hice una visita guiada por la Almudena y luego bajamos a la cripta. Les encantó. Entre otras cosas porque allí abajo hacía un fresquito maravilloso. La verdad es que hacía un calor pegajoso en la calle y se agradecía ese momento de frescor. Fuimos paseando hasta la Plaza de Oriente y allí repusimos fuerzas con unas buenas botellas de agua. El kiosko de la plaza ha hecho su agosto verdaderamente. Las colas de gente comprando agua, helados o chuches eran interminables. Creo que nunca se habrá visto en otra igual. La verdad es que esa ha sido la norma en todo Madrid. Para que luego digan que la JMJ no reporta ningún beneficio y sólo gastos. ¡Que se lo pregunten a los kiosqueros! Dejamos a los alemanes y nos fuimos a la Plaza de España para ver el escenario donde iba a tener lugar nuestro evento al día siguiente. Había mucha animación, y pudimos ver el escenario y todo lo que estaba montado por allí. Nos separamos en el Metro hasta el día siguiente. Llegué a casa de mi hermana, donde me quedo estos días en Madrid, y vi un rato la Misa de inauguración de las Jornadas.
El día 17 amaneció tan soleado y caluroso como el anterior, incluso diría que más caluroso. Había quedado en la Plaza de España a las 12 con la gente que organizaba el encuentro de la Reno y allí me encaminé. Llegué como a las 11:30 y ya había un hervidero de gente por la plaza. (Empleo bien el término hervidero, porque se podía freír un huevo frito en el suelo del calor que hacía). Allí estuvimos probando micros, los músicos y cantantes, y los demás orando. Christof, Michelle Moran y Peter (su marido), se unieron a nosotros y fue un momento muy ungido de oración. Los jóvenes de la Renovación Carismática Católica de España han dedicado tiempo y esfuerzo para hacer de este encuentro un momento único y especial para los hermanos y hermanas de todo el mundo que se han reunido en Madrid. Y creo que lo lograron. A pesar de las dificultades, de las piedrecitas que "el del rabo" ha puesto en su camino, ellos se han fiado a tope del Señor y contra viento y marea han seguido adelante. El resultado: ¡maravilloso! Teníamos que empezar a las 7 de la tarde, y teníamos que terminar a las 9 en punto. Pero... todo se retrasó. Por problemas técnicos y de prueba de micros empezamos más de media hora más tarde. Lo bueno fue que eso hizo que el calor se mitigara. La Plaza de España estaba llena de gente, sobre todo jóvenes. Después de las presentaciones, cantó La Voz del Desierto. Es un grupo de curas y laicos, muy jóvenes y muy rockeros. Era impresionante ver cómo coreaban sus canciones los jóvenes y cómo bailaban sin parar. Yo nunca les había escuchado antes, y no es especialmente mi música favorita, pero daba gusto ver lo bien que se lo pasaban los asistentes. Luego predicó Monseñor de la Rosa, arzobispo de la ciudad de Santiago en la República Dominicana. Monseñor es un hombre amable y simpático. Su discurso fue claro, sencillo y, la verdad, no me costó nada traducirle al inglés. Y después, llegó Él, el Rey de Reyes: JESÚS. Ni en mis mejores sueños pude imaginar algo así. En mitad de Madrid miles de personas adorando al Señor. Fue algo impresionante, ¡precioso! Muchos me habéis contado lo impresionante que fue para vosotros. Desde arriba, ver a la gente de rodillas, en un silencio impresionante, recibir la bendición, es algo que me va a costar olvidar. Tengo la certeza que a muchos les tocó el corazón de un modo muy especial. Con el broche de oro del Señor acabó todo y nos fuimos a cenar con la sensación del deber cumplido. Cada uno había puesto sus talentos al servicio del Señor y de los hermanos, y de eso se trata, de intentar hacerlo lo mejor posible sabiendo que nada depende de nosotros y que el único que debe brillar es Él.
El día 18 llegaba el Papa y creo que todos ya esperábamos con ansias el momento. Quedé en el Retiro con Mariángeles para comer juntas y luego con Encarna, Quintín y Vicente Borragán, ver la llegada del Papa. De camino me encontré en el Metro con una familia simpatiquísima. Ya os digo que estos días ibas hablando con unos y otros. Me llamaron la atención estos niños con sus banderas, que iban trasteando en el vagón. Me puse hablar con sus madres. Eran dos hermanas, Elena y Almudena que iban con la chiquillería a recibir al Papa. Les acompañaba también el marido de una de ellas, Santiago, profesor que al día siguiente iba a ir a El Escorial al encuentro del Santo Padre con los profesores universitarios. Hablando, hablando, salimos del Metro y nos encaminamos al Parque. Otra "jesualidad", o "Diosidencia": Almudena me contó que vive en Toledo desde hace 11 años, pero que su trabajo es en la farmacia de ¡Sonseca! Conoce bien a la gente de la Reno de allí: Balbi, Pilar, Ana Belén, etc... La próxima vez que vaya a Sonseca iré a saludarla. Me separé de ellos y estuve paseando por El Retiro viendo todo lo que allí habían montado: los distintos puestos de grupos misioneros, etc.. y los confesionarios (creo que eran 200). Me encontré con más gente. Esta vez del Cole donde trabajé. ¡Otra alegría! Mariángeles llegó y nos fuimos a comer. Luego nos reunimos con Encarna y los demás y vimos la llegada del Papa. Estábamos al lado de la verja del Parque por dentro, a la sombra, con un pantallón viéndolo todo muy bien. El ambiente era de fiesta. Los gritos, los globos, las banderas y pancartas en los edificios. Cuando cruzó la Puerta de Alcalá con los jóvenes de los cinco continentes me eché a llorar. Luego lo he vuelto a ver en la tele, ya con más detalle, pero nada comparable a estar allí con toda la gente viviendo y palpando el momento. Nos fuimos a tomar algo y Quintín y yo decidimos seguir paseando por Madrid. Destino: el Paseo de Recoletos. Allí iba a ser el Via Crucis al día siguiente y queríamos ver "in situ" dónde iban a colocar los pasos que decoraban cada estación. Al bajar hacia la Puerta de Alcalá desde el Retiro, nos vimos sorprendidos al comprobar que toda la zona seguía cortada al tráfico y se podía pasar andando por debajo de los arcos de la Puerta. Podéis imaginaros que ni cortos ni perezosos así lo hicimos. Con la correspondiente foto, por supuesto. Pasamos por el arco central por donde horas antes lo había hecho el Papa. En Recoletos hablamos con una de las voluntarias, quien amablemente nos informó que iban a instalar los pasos a partir de las 3 de la mañana, y que lo abrían a la gente a las 9 de la mañana. Quintín y yo decidimos quedar a la mañana siguiente a las 10 para poder verlos antes de que hubiera mucho mogollón. Era más de medianoche, pero la calle estaba a rebosar, al igual que el Metro. Yo soy muy miedosa para eso de andar por la noche por Madrid, pero me fui en el Metro tan tranquila al verme rodeada de tanta gente. Había un grupo de chilenos algo perdidos a los que ayudé a encontrar la estación que buscaban.
El día 19 me fui hacia Colón, donde había quedado con Quintín. De nuevo, en el Metro. Había muchísimos grupos pululando por todas partes. Muchos de ellos iban hacia las catequesis de los obispos que se celebraban en distintas parroquias. Era una gozada ver que después, probablemente, de no dormir muchas horas, allí estaban dispuestos a seguir viviendo la JMJ a tope. Me llamaron especialmente la atención un grupo de brasileñas que dormían plácidamente, recostadas unas sobre otras. El Paseo de Recoletos ya empezaba a bullir de gente, pero pudimos pasear tranquilamente, fotografiando cada paso que decoraba el Via Crucis. ¡Olé, el arte español! Como si de un Museo al aire libre se tratara, ahí estaban algunas de las mejores muestras de la imaginería española de Murcia, Cuenca, Zamora, Orihuela, Granada, Málaga, Madrid, Sevilla, León y no sé qué otras ciudades, decorando el centro de Madrid. Un auténtico despliegue artístico. Los catorce pasos culminaban en Cibeles con la Virgen de Regla de Sevilla, la de los panaderos que la llaman. Era realmente impresionante. Quintín y yo desayunamos en la terraza del Círculo de Bellas Artes haciendo algo que nos encanta a los dos, ¡mirar! Y es que la calle era un espectáculo. Al estar cerrada toda esa parte de Madrid al tráfico, la gente deambulaba tranquilamente por mitad de la calzada. De nuevo era un día caluroso, de sol rabioso, y un cielo azul espectacular. Madrid parecía una postal. Entramos en San José y en el Oratorio del Caballero de Gracia. Yo decidí quedarme por la zona para pillar un buen sitio para la tarde, y Quintín se fue a comer a casa de Encarna. Quedamos en vernos luego si fuera posible. Yo me instalé en la terraza del Café del Espejo, dispuesta a pasar las horas tranquilamente. Mariángeles llegó a comer, y a instancias de un camarero simpatiquísimo nos instalamos en otra mesa donde nos dijo que lo veríamos mucho mejor. Allí estábamos a la sombra, sentaditas y con una pantalla estupenda para verlo todo. Además que también veíamos parte del recorrido por donde iba a pasar el Via Crucis. Para ser más exactos entre la tercera y cuarta estación, donde estaba el Jesús de Medinaceli. Los camareros del Café del Espejo fueron muy amables. No ponían pegas a nada, a pesar del follón que se iba organizando en la terraza. Fuimos avisando a gente para que se uniera a nosotras y llegó Belén Benito. Más tarde también apareció Pilar Bermúdez, que por lo que nos contó había tenido su "viacrucis" particular para llegar hasta allí. Y sucedió otra de esas "jesualidades" (Diosidencias) que tanto me gustan. De pronto alguien me tocó en el hombro, y veo a dos amigos de Alpedrete, Azucena y Jorge, a los que yo hacía veraneando en la playa. Resulta que habían venido para la JMJ, y junto con más gente de Alpedrete se habían bajado a Madrid a ver el Via Crucis. El resto del grupo se había quedado en la otra acera, desde donde no se veía casi nada, y ellos habían decidido pasar al otro lado por donde pudieran. Andando, andando, habían llegado hasta donde yo estaba. Y allí se quedaron. El Vía Crucis empezó con la llegada del Papa a Colón. Recorrió, pasando por delante nuestro, todo el Paseo de Recoletos y se instaló en Cibeles en el altar. El recorrido del Papa fue recibido con las correspondientes muestras de alegría. Lo impresionante fue en que en el momento en que se comenzó a rezar, se produjo un silencio impresionante. La Cruz de la JMJ, fue recorriendo de estación en estación, portada por grupos de jóvenes de zonas del mundo donde la Iglesia está perseguida o necesitada. En cada parada se leía el Evangelio correspondiente, se leía una reflexión y se cantaba. Todo en un ambiente de recogimiento que impresionaba. De nuevo se me saltaron las lágrimas, pero es que hay que ser de piedra para no emocionarse ante la Pasión del Señor. Al terminar todo nos quedamos Belén, Mariángeles y yo para ver cómo se llevaban los distintos pasos. Fue una auténtica "madrugá" en pleno agosto en Madrid. Para los que nunca hayáis estado en España, durante la Semana Santa las calles de muchas ciudades se llenan de procesiones, donde sacan las distintas hermandades sus pasos. Entre las más famosas están las de Sevilla, donde entre la noche del Jueves al Viernes Santo se vive lo que se llama la "madrugá". Pues allí, en pleno agosto en Madrid, es lo que pudimos vivir. Cada paso, o trono, venía acompañado de su banda de música, de su hermandad o cofradía, y fueron desfilando uno a uno, por las calles del centro de Madrid. Era algo único, que será difícil repetir, porque esos pasos no suelen desfilar juntos al ser cada uno de una ciudad diferente. Todos impresionaban pero a mí me gustaron especialmente los dos de Málaga y uno de León. Entre una cosa y otra me acosté a las 5 de la mañana, pero mereció la pena.
Desde un principio no pensaba ir a Cuatro Vientos, ¡cositas de la edad! y vi el resto en la tele tan a gustito. Sagra y Mariángeles se vinieron a ver la Vigilia conmigo. Un sobrino de Sagra, Diego, que no pudo acceder a Cuatro Vientos, también estuvo con nosotras. Nos contó que estaba todo desbordado, que muchos se quedaron fuera (según la tele unos 200.000). Antes de la Vigilia, vimos el encuentro del Papa con un grupo de discapacitados en la Fundación San José. Sagra estaba muy orgullosa porque su hija María iba a tocar el violoncello en ese acto. (Inciso: esta familia ha estado muy implicada en la JMJ, antes y durante. Han acogido peregrinos, de Hong Kong en su casa, Sagra ha estado acompañando a los jóvenes de su Parroquia y acogidos, Diego, su marido, estaba en el Coro de la JMJ, su hija María tocando el cello y Rocío colaborando en lo que podía. Como ellos habrá habido otros muchos, pero como me tocan muy de cerca les quería hacer un pequeño homenaje. ¡Gracias, familia Montes!) Bueno, volviendo al día de la Vigilia. En la Fundación San José el encuentro con el Papa fue muy emotivo. De lo más bonito de estos días fue el mensaje que dio un chaval, de unos 16 años, sordo de nacimiento, al Santo Padre. Sin medias tintas, habló de su "noche oscura" en algunos momentos, pero de la firmeza y fortaleza de sus padres, del inmenso cariño que Jesús y María le brindaban día a día. Las tres llorábamos a moco tendido, como creo que harían todos los que allí estaban, incluido Benedicto. Por fin, llegó la gran Vigilia de adoración, y con ella, la lluvia. Supongo que muchos lo vivisteis y otros lo visteis por la tele, de modo que no me voy a explayar. Las imágenes hablan por sí mismas. Todos se quedaron "emPAPAdos". Impresionaba ver el momento de la adoración. Cientos de miles (dicen que millón y medio) de personas en silencio ante el Señor. Aquí estuvimos comentando, orando, cenando y disfrutando.
Ya sola estuve delante de la tele todo el día 21. Me encantó la Homilía de la Misa de Cuatro Vientos, y me emocioné cuando la Cruz pasó a manos de los brasileños, que se encargarán de preparar la JMJ 2013 en Río de Janeiro. Por la tarde estuve viendo el encuentro del Papa con los voluntarios. Otro momento cumbre fue el mensaje de una voluntaria brasileña al Santo Padre. Sin papeles, mirándole a los ojos le habló con todo el corazón. Fue precioso. Y ya, por fin, la despedida en Barajas, mucho más solemne y oficial.
Y, como todo lo bueno, se nos ha pasado volando. Como decía ahora llega el tiempo ordinario. Ahora, veremos los frutos, que creo van a ser muchos. Con unos y otros que he ido hablando, me han expresado su sentir y su vivir, y creo que todo esto no va a caer en saco roto. Y si no, al tiempo. Como decía el Santo Padre, ahora es momento de salir y anunciar por todas partes la buena noticia del amor de Dios, encarnado en Jesucristo. Al llegar nos dijo que no nos avergonzáramos de nuestra fe, y yo he podido constatar en mis paseos por Madrid, que estos jóvenes, y no tan jóvenes, peregrinos no se avergüenzan de su fe. Con orgullo la han hecho muy visible por todas partes. Le doy muchísimas gracias al Señor por haberme permitido ser testigo de todo esto y por todas las bendiciones que ha derramado en estos días y en los venideros.