miércoles, 27 de marzo de 2013

Ante la Cruz

En una canción que se canta en estos días de Triduo Pascual en la Parroquia de Alpedrete se dice que "ante la Cruz me quedan ya pocas palabras, ante la Cruz sólo me queda la mirada". Y pienso que se puede decir más alto pero no más claro. La Cruz deja sin palabras. La Cruz mueve a la contemplación, a fijar nuestra mirada en ella y no decir nada. En estos días, quizá especialmente en estos días, la Cruz se alza como signo inequívoco de nuestra fe. El Papa Francisco lo ha dicho por activa y por pasiva (por cierto, me encanta este Papa) y antes esto ¿qué diremos? Nos queda abrazar, contemplar y arrodillarnos ante la Cruz. Nos queda tomar cada uno nuestras cruces y hacerlas una con  la  Cruz de Cristo. Yo, al menos, es lo que vivo y le doy muchas gracias al Señor por ello. No es una Cruz estéril, todo lo contrario. Es signo de vida y esperanza. ¡Hay vida (y mucha) después de la Cruz! Le pido al Señor que aprendamos a vivir cada día en la fe, la esperanza y la caridad que trae implícita la Cruz, y que sepamos apreciar la gran bendición que supone la Cruz en nuestras vidas. Feliz Triduo Pascual a todos. Feliz Pascua de Resurrección.

martes, 19 de marzo de 2013

San José

Autor: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
José, Santo
Esposo de la Virgen María, Marzo 19
 
José, Santo

Esposo de la Virgen María

Martirologio Romano: Solemnidad de san José, esposo de la bienaventurada Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de padre al Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José y le estuvo sujeto como un hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial honor como patrón, a quien el Señor constituyó sobre su familia.

Etimológicamente; José = Aquel al que Dios ayuda, es de origen hebreo.

Las fuentes biográficas que se refieren a san José son, exclusivamente, los pocos pasajes de los Evangelios de Mateo y de Lucas. Los evangelios apócrifos no nos sirven, porque no son sino leyendas. “José, hijo de David”, así lo llama el ángel. El hecho sobresaliente de la vida de este hombre “justo” es el matrimonio con María. La tradición popular imagina a san José en competencia con otros jóvenes aspirantes a la mano de María. La elección cayó sobre él porque, siempre según la tradición, el bastón que tenía floreció prodigiosamente, mientras el de los otros quedó seco. La simpática leyenda tiene un significado místico: del tronco ya seco del Antiguo Testamento refloreció la gracia ante el nuevo sol de la redención.

El matrimonio de José con María fue un verdadero matrimonio, aunque virginal. Poco después del compromiso, José se percató de la maternidad de María y, aunque no dudaba de su integridad, pensó “repudiarla en secreto”. Siendo “hombre justo”, añade el Evangelio -el adjetivo usado en esta dramática situación es como el relámpago deslumbrador que ilumina toda la figura del santo-, no quiso admitir sospechas, pero tampoco avalar con su presencia un hecho inexplicable. La palabra del ángel aclara el angustioso dilema. Así él “tomó consigo a su esposa” y con ella fue a Belén para el censo, y allí el Verbo eterno apareció en este mundo, acogido por el homenaje de los humildes pastores y de los sabios y ricos magos; pero también por la hostilidad de Herodes, que obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto. Después regresaron a la tranquilidad de Nazaret, hasta los doce años, cuando hubo el paréntesis de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo.

Después de este episodio, el Evangelio parece despedirse de José con una sugestiva imagen de la Sagrada Familia: Jesús obedecía a María y a José y crecía bajo su mirada “en sabiduría, en estatura y en gracia”. San José vivió en humildad el extraordinario privilegio de ser el padre putativo de Jesús, y probablemente murió antes del comienzo de la vida pública del Redentor.

Su imagen permaneció en la sombra aun después de la muerte. Su culto, en efecto, comenzó sólo durante el siglo IX. En 1621 Gregorio V declaró el 19 de marzo fiesta de precepto (celebración que se mantuvo hasta la reforma litúrgica del Vaticano II) y Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal. El último homenaje se lo tributó Juan XXIII, que introdujo su nombre en el canon de la misa.

Felicidades a todos los que lleven este nombre.

 

viernes, 8 de marzo de 2013

Del amor y otras consideraciones

Aquí estoy concentrándome en el amor y en otras consideraciones. Me toca dar la enseñanza en el grupo hoy y tengo que hablar sobre el Evangelio del día. Hoy, 8 de marzo, el Evangelio es el de Marcos 12, 28b-34: ¿cuál es el mandamiento mayor? Es decir, el amor a Dios y el amor al prójimo. Por eso digo que estoy sumergida en el amor. 
Cuando me llamaron para pedirme esta enseñanza, me vino a la mente Benedicto XVI y su mensaje para esta Cuaresma: "Creer en la caridad suscita caridad". Es una preciosidad que os invito a leer, si es que todavía no lo habéis hecho. 
Todo nace del hecho de que Dios es amor. Él, que toma la iniciativa en todo, nos ama, nosotros recibimos ese amor. Al sentirnos amados, respondemos a Dios con amor. Pero, ahí no se queda la cosa. Para que todo sea perfecto entra en juego otro factor: los que nos rodean. Decir que amamos a Dios, sin amar a los hermanos, es, parafraseando a San Juan "una mentira". Pero no puede ser un amor de obligación, tiene que ser un amor desprendido, que no espere nada a cambio. 
En este mundo convulso no se entiende este tipo de amor de donación. Siempre estamos esperando algo a cambio. Yo te doy en la medida que tú me das, y así entramos en un círculo vicioso de toma y daca. Suele ser un amor bastante egoísta en el que yo soy el centro absoluto. Todo lo mido en función de mí y no pensando en el otro. La mayoría de las historias de amor humanas (y algunas me encantan) son egoístas. A lo mejor, sería mejor decir, posesivas. Ese, casi instinto, de poseer al otro; de tener derechos sobre él. Hay demasiado yo, demasiado nosotros y a veces muy poco tú.
En la 1ª carta a los Corintios, San Pablo habla del tipo de amor que el Señor nos quiere enseñar y quiere que practiquemos. Es el famoso capítulo 13 que se suele leer en casi todas las bodas (las de príncipes incluidas) y que creo que pocos entienden, más bien entendemos. Se llame amor o caridad, que es exactamente lo mismo, no tiene nada que ver con lo que los hombres llamamos amor, que suele ser bastante poco caritativo. 
Dios es amor. Nacemos para amar y ser amados. Con amor respondemos al amor que Dios nos da y que Dios es. Sabiéndonos amados nos abrimos al amor y, con alegría, lo damos a los demás. Y así, cada uno de nosotros. ¿No sería maravilloso vivir, de verdad, todos en esa dimensión de amor? A lo mejor muchas cosas serían distintas.