
Y digo yo, ¿por qué no podríamos hacer lo mismo en otros aspectos de nuestras vidas? ¿Por qué no nos quitamos complejos y lucimos orgullosos la bandera de nuestras creencias? ¡Soy cristiano! ¡Gloria a Dios! Cuántas veces parece que estamos pidiendo disculpas a los que no les gusta que nos proclamemos cristianos. Al igual que no nos ha importado lucir bandera, sin complejos, ¿por qué no lucimos crucifijos, rosarios, etc.. del mismo modo? A veces actuamos como con miedo al ridículo, con miedo que descubran que vamos a Misa, que rezamos, que nos acordamos de Dios, que llamamos hermano a Jesús, que creemos en el poder del Espíritu Santo, que creemos que Él lo puede todo y que tenemos una Madre que vela por nosotros con amor incansable. Somos del equipo de Dios y no podemos dejar de reconocer su victoria diaria en nuestras vidas. Seamos consecuentes y luzcamos con orgullo nuestras señas de identidad.