sábado, 16 de enero de 2010

"Con el hígado"

Voy a escribir con el hígado y no con el corazón. A veces, uno tiene que ser visceral, y no meramente sentimental. La frase no es mía, el P. Chus Villarroel la utilizó para describir como había escrito el libro dedicado a Pedro Reyero después de su muerte. Y quiero escribir con el hígado porque además el corazón me duele demasiado y se ha quedado en "standby". Tengo que entonar un inmenso "mea culpa" porque me encuentro entre los miles de millones de personas para las que Haití no ha existido hasta que ha dejado de existir. Entre los miles de millones de personas que miramos hacia otro lado, o no somos conscientes de las tragedias a nuestro alrededor. Entre los miles de millones de personas que nos pasamos la vida mirándonos el ombligo, preocupados por nuestras cosas y que, de vez en cuando, hacemos un donativo, o participamos en algo que se hace en beneficio de los más desfavorecidos. Me duele el corazón porque estamos rodeados de Haitís y no nos damos cuenta. Este terremoto en uno de los países más pobres de la tierra es una auténtica tragedia. Una catástrofe.
Por cierto, una amiga mía, sismóloga de gran reputación, Belén Benito, hablando un día de catástrofes naturales, me dijo que esos dos términos no son de aplicación juntos. Las catástrofes son evitables, los fenómenos naturales no. Es decir, catástrofe es la parte humana del asunto: la escasez de medios, el no edificar adecuadamente en zonas de seísmo, etc...
Pues eso, una catástrofe, una catástrofe de egoísmo internacional y secular. Estos países no existen en el Atlas de nuestras vidas. No existen, no tienen cabida. Nos enteramos de su existencia cuando sucede algún acontecimiento dramático como éste. El terremoto es terrible, pero más terrible es la situación de todos esos países, y de esa situación en cierta medida somos todos responsables. Os recuerdo que escribo con el hígado, lo digo por si parece que me sale un poco de bilis. Decir que en Haití debido al terremoto hay escasez de recursos es una pura falacia. Simplemente no hay recursos. Durante décadas líderes corruptos han ido minando a un país que no tiene nada. No tenía nada antes del terremoto y ahora tiene menos. Y eso se ha permitido por el resto de líderes del mundo. No se ha hecho nada. Los únicos que han hecho algo son puñados de misioneros y de voluntarios de distintas ONGs que intentan llevar algo de alivio a un mundo de desolación y marginación. Muchos de ellos han muerto junto con las personas a las que cuidaban o están desaparecidos.
¿Y ahora qué? Ahora se movilizan todas las ayudas posibles. Allá van bomberos, perros entrenados, médicos, enfermeras, soldados cargados de medicamentos, comida, etc.. Y claro que ayudan, mucho más que todos los politicastros de salón, que no saben más que reunirse en cumbres absurdas, gastándose el dinero del contribuyente y no emitiendo más que palabras huecas. Eso sí ¡qué bien se queda en la foto entre las ruinas! Pero los que se están jugando el tipo ayudando a otros, no buscan la instantánea fácil, sólo quieren ayudar. Lo que me preocupa es que después, cuando se nos pase a todos el "efecto terremoto", ¿qué va a pasar? Creo que fue Indira Ghandi cuando era primera ministra de la India, que dijo aquello de no me des la caña de pescar, ¡enséñame a pescar! No me des ahora medicina, y dinero y alimento, ¡enséñame cómo puedo hacer para tenerlo todos los días! Lo realmente difícil es que es un país que no tiene realmente estado. No hay una infraestructura de bienes y servicios para uso y disfrute de la población. Y eso no se consigue de la noche a la mañana. La tarea es inmensa, pero no imposible.
Éste es un momento de poner en marcha todos los recursos a nuestro alcance para ayudar a tanta gente desesperada. En el Libro de los Hechos de los Apóstoles Pedro le dijo a uno que quería ser curado, no tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy, y oró por su curación en nombre de Jesucristo. Pues eso, nuestra oración, es un arma poderosa. Intercedamos con fe, en nombre de Jesús, por todos los que sufren. No os creáis que es algo pasivo, o una actitud cómoda, no, es poner en marcha fuerzas que ni sospechamos para que situaciones aparentemente imposibles sean posibles. No olvidemos que nuestro Dios es especialista en imposibilidades aparentes. Todo es posible para Él. Éste es un momento de ponernos manos a la obra. Si podemos ayudar con dinero o con cosas materiales, hagámoslo en la medida de nuestras posibilidades, pero no dejemos de interceder con todas nuestras fuerzas por cada una de las personas que están sufriendo, pidiéndole al Señor que cambie nuestros corazones olvidadizos ante tanta tragedia. La historia está llena de episodios en los que personas se pusieron de acuerdo para orar para lograr un cambio de una situación y sucedió ese cambio. Son milagros que no se registran como tales pero que han sucedido cuando unimos nuestras oraciones.

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