viernes, 8 de marzo de 2013

Del amor y otras consideraciones

Aquí estoy concentrándome en el amor y en otras consideraciones. Me toca dar la enseñanza en el grupo hoy y tengo que hablar sobre el Evangelio del día. Hoy, 8 de marzo, el Evangelio es el de Marcos 12, 28b-34: ¿cuál es el mandamiento mayor? Es decir, el amor a Dios y el amor al prójimo. Por eso digo que estoy sumergida en el amor. 
Cuando me llamaron para pedirme esta enseñanza, me vino a la mente Benedicto XVI y su mensaje para esta Cuaresma: "Creer en la caridad suscita caridad". Es una preciosidad que os invito a leer, si es que todavía no lo habéis hecho. 
Todo nace del hecho de que Dios es amor. Él, que toma la iniciativa en todo, nos ama, nosotros recibimos ese amor. Al sentirnos amados, respondemos a Dios con amor. Pero, ahí no se queda la cosa. Para que todo sea perfecto entra en juego otro factor: los que nos rodean. Decir que amamos a Dios, sin amar a los hermanos, es, parafraseando a San Juan "una mentira". Pero no puede ser un amor de obligación, tiene que ser un amor desprendido, que no espere nada a cambio. 
En este mundo convulso no se entiende este tipo de amor de donación. Siempre estamos esperando algo a cambio. Yo te doy en la medida que tú me das, y así entramos en un círculo vicioso de toma y daca. Suele ser un amor bastante egoísta en el que yo soy el centro absoluto. Todo lo mido en función de mí y no pensando en el otro. La mayoría de las historias de amor humanas (y algunas me encantan) son egoístas. A lo mejor, sería mejor decir, posesivas. Ese, casi instinto, de poseer al otro; de tener derechos sobre él. Hay demasiado yo, demasiado nosotros y a veces muy poco tú.
En la 1ª carta a los Corintios, San Pablo habla del tipo de amor que el Señor nos quiere enseñar y quiere que practiquemos. Es el famoso capítulo 13 que se suele leer en casi todas las bodas (las de príncipes incluidas) y que creo que pocos entienden, más bien entendemos. Se llame amor o caridad, que es exactamente lo mismo, no tiene nada que ver con lo que los hombres llamamos amor, que suele ser bastante poco caritativo. 
Dios es amor. Nacemos para amar y ser amados. Con amor respondemos al amor que Dios nos da y que Dios es. Sabiéndonos amados nos abrimos al amor y, con alegría, lo damos a los demás. Y así, cada uno de nosotros. ¿No sería maravilloso vivir, de verdad, todos en esa dimensión de amor? A lo mejor muchas cosas serían distintas. 


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