jueves, 2 de mayo de 2013

Un antes y un después

Cuántas veces hablamos del "antes" y el "después". Desde que llegué a la Renovación, es un tema recurrente. Creo que cada uno de nosotros, a lo largo del camino con el Señor, lo hemos debido de escuchar  cientos de veces. Pero, ¿cuántas veces podemos decir que lo hemos vivido? Que verdaderamente se ha producido ese cambio notable en nuestra vida. Que hemos sido plenamente conscientes de ello, y que no se ha quedado simplemente en palabras bonitas lanzadas al viento.
Esta Pascua para mí ha sido un momento muy especial. Yo no tenía ni idea de donde la iba a celebrar, pero andaba con mi nube gris en la cabeza, y aunque intentaba quitarle importancia, estaba triste y me encontraba algo "abandonada". Pero, el Señor tenía planes que, por supuesto, yo desconocía. He podido disfrutar como hacía años, y he vuelto completamente renovada. Ya han pasado cinco semanas, casi seis, de Pascua y me siento con una energía, con unas ganas de vivir, con una alegría interior, como hacía mucho tiempo no sentía.  Mi situación es la misma pero mi manera de mirarla es completamente distinta. En esos días de Pascua se produjo el milagro. ¡Verdaderamente resucité!
Supongo que saberme invitada a vivir la Pascua con mis hermanos de la Reno, contribuyó a que comenzara a sentirme mejor. Pero eso no era todo. Tenía que descender a mis infiernos, a través de las llagas de Cristo, de mis propias llagas, y allí dejar al Señor actuar. De eso trataba la charla que Chus (Padre Chus Villarroel) nos dio en la mañana del Viernes Santo. Yo hacía tiempo que no oía hablar a Chus así. A "tumba abierta". Allí comenzó mi proceso de cambio. De dejarme llevar y guiar por el Señor, hasta penetrar en lo más hondo y de allí subir hasta tocar el Cielo.
En estas semanas me he ido dando cuenta de que puedo mirar las cosas con distancia. A no entrar como elefante en cacharrería; a no embestir y entrar al trapo, por cada cosa que sucede a mi alrededor. Le doy infinitas gracias al Señor por todo ello. Seguiré teniendo mis dudas, sintiéndome mal de vez en cuando, pero nadie podrá arrebatarme esta sensación de liberación que siento desde la Pascua. Esta infinita alegría interior que sólo el Señor puede proporcionar.

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