martes, 20 de septiembre de 2011

De Siete Picos a Jaizquibel y más allá

Hace unos años empecé a viajar sola. Me montaba excursiones por los alrededores de Guethary, y cuando venían visitas les llevaba a enseñarles mis "salidas". La verdad es que siempre he sido un bicho muy independiente. Muy sociable, pero muy independiente. Por eso no me cuesta nada montarme en el coche y largarme a la aventura. ¡Me encanta! Y eso hice la semana pasada. El día 12 salí tempranito con rumbo Norte. Dejé atrás mis montañas madrileñas (Siete Picos es mi favorita) y me fui a ver mis montañas vascas (Jaizquibel es de de mis favoritas). Allí se acaba el País Vasco español en Irún, y empieza el País Vasco francés en Hendaya. Luego la preciosa carretera de la Corniche, Socoa y la bahía de San Juan de Luz. He estado recuperando paisajes que echo mucho de menos. Y además todo bañado con la "luz de septiembre" que es especial, y que te deja un sabor dorado y nostálgico de fin de estación. Paré en Ciboure, donde Fer tiene el barco, y estuve unos días con él. El barco está anclado a los pies de la casa de Ravel, un sitio precioso. Se ve todo el puerto de San Juan de Luz y la salida hacia la bahía. Es raro vivir en un barco. Se mece todo el tiempo y estás a expensas de las mareas. Unas veces arriba, otras abajo. ¡Como la vida misma! El tiempo fue estupendo e incluso disfruté de algún día de playa. Luego subí a Lourdes y tuve mi pequeño retiro personal. Como siempre llovía y aunque había menos gente que en pleno verano, seguía habiendo bastante gente. Sobre todo italianos. Lourdes tiene "un color especial". En cuanto entras en la Explanada sientes que el mundo se detiene. Es algo indefinible que se siente dentro. Se respira fe. Se palpa. Desde la primera vez que vine me ha pasado. La primera vez yo no creía en nada y me conmoví hasta lo más hondo. Entonces no podía ponerle nombre a lo que me pasaba. Ahora sí: J-E-S-Ú-S, el Nombre sobre todo nombre. Estuve paseando y empapándome de Lourdes y su ambiente. Volví a parar en el barco con Fer y aproveché para ir a Biarritz y a mi playa de Ilbarritz(Milady). Tenía ya ganas de volver al tiempo ordinario y llamé a Pedro del grupo de San Sebastián y me fui a comer con ellos. Tenían una comida en una sociedad en Lasarte todos los del grupo Pakea. Era la comida de empiece de curso. Me encantó poder compartir con todos ellos y me fui a Loyola a dormir. Al día siguiente ya bajaba para Madrid. Por la mañana fui a rezar a la capilla de la conversión y a visitar la Basílica. Previamente había estado un rato en la capilla de la Casa Arrupe, recordando todo lo que viví allí ya hace un año. Emprendí el camino de vuelta y me acerqué a conocer Getaria. Hacía un día gris y lluvioso y el mar estaba increíble lleno de tonos grises y verdes. En fin, me encantó el sitio y me apetece volver a conocer un poco más de este trozo de costa. Al pasar por Burgos decidí parar y comer allí. Después de comer visité la Catedral y me quedé maravillada. Yo había estado de pequeña y tenía un vago recuerdo. ¡Es una joya! Y por fin llegué a casa, algo cansada pero muy contenta y renovada.
Ha sido un viaje precioso. En momentos agridulce. A cada vuelta de la esquina me esperaba algún recuerdo agazapado, un poco como en la canción de Serrat, 'Pequeñas cosas': "Uno se cree que los mató el tiempo y la ausencia, pero su tren vendió boleto de ida y vuelta. Son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas en un papel, en un cajón o en un rincón. Como un ladrón te acechan detrás de la puerta. Te tienen tan a su merced como hojas muertas, que el viento arrastra allá o aquí, que te sonríen tristes y nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve". Pues eso, que alguna lagrimita se me ha escapado estos días. Eso sí a escondidas. No es tristeza, es algo de nostalgia. Pero tampoco mucha. Enseguida mi mirada se elevaba y daba gracias por poder estar allí, donde me encontraba. Yo podría escribir una novela comenzando "Yo tenía una casa en Guethary, Francia...", tipo Memorias de África. Pero... ahora tengo el mundo a mi disposición, todo me pertenece y nada me retiene ni obliga. Los lugares, los paisajes, son de todos. Mirar es gratis. Poner todos nuestros sentidos en las cosas que miramos, es la mejor manera de disfrutar de todo lo que nos rodea. Los paisajes huelen, suenan, cambian de color, están secos o húmedos, etc.. Sean de ciudad, mar, montaña, llanura o valle, todos vibran y transmiten su historia. Y allá donde vayamos podemos hacernos protagonistas de cada uno de ellos y vivir a tope todo lo que el Señor dispone cada día para nosotros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu escapada y me ha encantado tu "filosofía". Gracias por esta entrada..¡¡preciosa!!.
Besos.
Balbi.

Lou dijo...

Gracias a ti por tu fidelidad lectora. Espero verte en la Asamblea.
Besitos a los de Sonseca.